Os dejo una opinión que me ha gustado mucho sobre la falta de mentalidad empresarial de los españoles incrementada por la educación hacia la oposición y no hacia el empresariado.
A Ronald Reagan se le atribuye una frase que hace casi tres décadas dio oxígeno a las maltrechas filas republicanas. "Las siete palabras que más miedo me inspiran -dijo- son: 'Soy del Gobierno y vengo a ayudarle'”. No es probable que al ex gobernador de California durante los agitados años 60 se le ocurriera tan ingeniosa idea, pero lo cierto es que significó un zapatazo en las anonadadas filas de la derecha norteamericana, que aún lamía las heridas de la dimisión obligada de Nixon y de aquel disparate político que fue el senador Barry Goldwater, su mentor político.
Lo que es la vida. Treinta años después, aquél mensaje de Reagan continúa dando sus frutos. Los estadounidenses han dado la espalda a Obama,precisamente por presidir una Administración ‘metomentodo’ -dicen los republicanos- que ha crecido a costa del individuo, santo y seña de un país de emprendedores. Y que, además, pese a enterrar miles de millones de dólares en el intento no ha conseguido animar el mercado de trabajo. El desempleocontinúa en niveles históricamente elevados.
Desde luego que no es nuevo el dilema entre lo público y lo privado, pero una vez más hay que mirar hacia EEUU para encontrar un debate de alturasobre el papel del Estado en la resolución de la crisis. Aquí, como no puede ser de otra manera, se habla hasta el hartazgo del nuevo Gobierno y del endeudamiento público, pero poco se mira la capacidad de respuesta de la empresa privada y de los ciudadanos para salir de la crisis. Como si se tratara de una economía estatalizada en la que la iniciativa privada fuerasimplemente un adorno. Atizar al inquilino de la Moncloa (a este o a cualquier otro) es ya el deporte nacional, incluso por encima del fútbol, haciendo buena la consabida frase Piove?, Porco Governo!
Sin embargo, la culpa de todos los males no la tiene sólo la existencia de un Gobierno manirroto dirigido por un presidente caprichoso y adolescenteque actúa como si el país pudiera salir adelante sólo con mercadotecnia política. Buena parte del problema tiene que ver con la existencia de una sociedad adormecida incapaz de crear valor al margen del Estado. Y para llegar a esta conclusión sólo hay que echar un vistazo a unos datos que acaba de publicar la Seguridad Social y que sin duda reflejan la naturaleza del problema.
En verano no hay negocio
En verano, un periodo especialmente propicio para hacer negocios debido a la alta temporalidad de la economía española, nada menos que 22.456 empresas dejaron de cotizar a la Seguridad Social. Es decir, dejaron de existir. Murieron de inanición. España no sólo no es capaz de crear nuevas empresas para atender el previsible incremento de la demanda durante una temporada que se presume propicia; sino que, por el contrario, ladestrucción del tejido productivo se ha intensificado en verano.
"En verano, un periodo especialmente propicio para hacer negocios debido a la alta temporalidad de la economía española, nada menos que 22.456 empresas dejaron de cotizar a la Seguridad Social. Murieron de inanición"
No se trata, desde luego, de un fenómeno pasajero. Desde que estalló la crisis, 168.276 compañías han dejado de existir en el mapa empresarial. O lo que es lo mismo, se ha evaporado una de cada diez empresas cotizantes a la Seguridad Social en apenas dos años. Esta es la verdadera dimensión de la crisis, y su corolario no puede ser otro que un aumento exponencial del desempleo.
No se está hablando de sociedades fantasmas o instrumentales creadas con el único objetivo de pagar menos impuestos. Al contrario, se trata de empresas con nombre y apellidos que tienen al menos un trabajador por el que se abonan las correspondientes cotizaciones sociales.
Es como si un tsunami empresarial hubiera pasado por España, pero, desgraciadamente, el debate se ha centrado exclusivamente en la capacidad del Gobierno para superar la crisis.
Sin duda que la política del Ejecutivo no ha ayudado a mejorar las cosas, y ahí está su voracidad para absorber todos los recursos financieros disponibles en el mercado
provocando el temido efecto
crowding out. Es decir, cuando los poderes públicos
absorben todo el crédito disponible provocando un efecto expulsión. Y también es verdad que el contexto macroeconómico
no es el mejor para lanzarse a nuevas aventuras. Pero lo cierto es que este país no saldrá de la crisis si la economía privada no toma el relevo de
un sector público exhausto cuya capacidad de respuesta en lo presupuestario es nula.
Y por eso se echa en falta un debate serio sobre cómo lograrlo. En su lugar, sólo se oyen palabras gruesas sobre la acción presupuestaria del Gobierno. Pero no se pone en tela de juicio un sistema educativo diseñado sólo para crear opositores a la función pública en lugar de emprendedores. Ni se cuestiona la existencia de una estructura empresarial obsoleta donde la competencia en sectores estratégicos (energía o transportes) brilla por su ausencia. Ni se reivindica el papel social de quienes crean puestos frente a los empresarios que viven sólo de las adjudicaciones del Estado.
Mientras ese debate llega, y ya que el Gobierno no ayuda a crear un sector privado sano, por lo menos que no ponga zancadillas a lo que todavía se mantiene en pie. Pero con reformas, y no sólo en el sector público.
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